miércoles, 27 de abril de 2016

La represión de las monjas

Sin contar el celibato y la castidad, la represión se vuelve el pan de cada día de las monjas; mujeres consagradas a la religión que en ocasiones viven en claustros regidos por el voto de silencio y la rutina. Entendiendo por represión el proceso mediante el que algo que antes era admisible en la conciencia es relegado al aparato inconsciente o bien el proceso mediante el cual se impide una moción pulsional (Freud, 1993/1917), nos encontramos con un sinónimo de la base de la dinámica de vida de las monjas.

Es común encontrar en la historia de la humanidad, historias de estas mujeres que en su necesidad de expresión se rebelan contra su congregación y terminan abandonando la vida monástica tal cual se indica, para el cumplimiento de sus verdaderos deseos (Teresa de Calcuta); o bien escuchar hablar de incontables mujeres que usan los votos como el medio para lograr sus fines(Florence Nightingale, Sor Juana Inés de la Cruz) y ver realizados sus deseos, quienes quedan en el anonimato, quienes pasan por la vida sin pena ni gloria son aquellas que se quedan, las que viven la represión de las monjas.

Un año de postulantado ( antes solo seis meses), dos de noviciado (antes solo un año) y tres años de juniorado, lo primero que se restringe es la libertad de acción, y es que para cuando la monja ha tomado los votos, la comunidad habrá verificado ya su capacidad de ruptura con relación al estilo precedente de vida, la represión se da de muchas formas y para cuando la vida en el convento empieza, ya se ha sometido a la novicia bajo el entendimiento del abandono parcial de su familia, cual criatura separada de su madre no le queda nada más que aceptar la sumisión voluntaria que como se explica en “La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente” a largo plazo traerá como resultado de un estado de alerta prolongado, trastornos mentales de los que nadie habla. (Rodrigáñez, 2007)

Vale la pena hacer mención de que en la mayoría de los casos cuando una mujer va a pedir el hábito sagrado es más bien orillado por cuestiones familiares que por vocación, reforzando la sumisión al no existir otra alternativa.

Sin intención de hacer de la represión sexual el punto principal de este artículo, es importante mencionar que otra forma de represión es la negación de la posibilidad de formar una familia, psicológicamente se esta no solo limitando la función reproductiva y libidinal, sino también el deseo de ser madre y obtener por lo tanto el falo, los instintos se subliman con la estructura familiar que se forma en el convento, pero es irrefrenable referirse a la pulsión materna como un aspecto reprimido y exiliado en la vida de las monjas y aunque cada cual está sujeto en la sociedad a acatar unas normas establecidas, en una forma casi obligada, las monjas o hermanas religiosas, son privadas de tener descendencia, citando a Victoria Sau “Que las mujeres hagan mucho trabajo maternal, mucho maternaje, no significa que haya maternidad. Incluso la parte más 'natural' de la misma, a la que por otra parte ha sido reducida, no le pertenece porque también esas funciones en estricto sentido femeninas le han sido alienadas al privarle el derecho de ser madre” (Sau, 1994)

Ahora bien en el aspecto sexual, la espiritualización de las pulsiones e incluso de las emociones desvincula las mismas de la producción orgánica y corporal (Newton, 1955), hacer cualquier cosa por amor a Dios es cosificar y reprimir finalmente la sexualidad , casualmente cuando una monja es nombrada madre superiora dice al aceptar el honor "acepto por amor a Dios", Cuando la mujer acepta la estructura religiosa, se condena a la sumisión patriarcal, aun en los pasajes bíblicos se le reprime todo intento de poder y toda acción que no sea en bien de un tercero por lo general un hombre; la represión funciona por vocación, por decisión y porque en aquellos casos en los que no existe voluntad se tiene que hacer funcionar.

Otro aspecto relevante en la vida religiosa es el voto de silencio, no es difícil descifrar la causa del silencio o de la poca libertad de expresión que existe en la vida religiosa, citando “Lo que no debe saberse, a ser posible, se silencia, no se nombra, incluso si es posible, se deja sin nombre, en el caos de lo indefinido, para que ni se sepa ni se piense en ello, para que se reprima consciente e inconscientemente”, el hábito auto reflexivo que da a lugar la concientización de los deseos y pecados es en primer lugar reprimido y en un segundo lugar castigado por la penitencia, de forma que no solo se impide la expresión física sino también oral del deseo. (Rodrigáñez, 2007).

El cumplimiento del deseo representa en la mujer religiosa la expulsión del paraíso, la prohibición de la satisfacción de los deseos y del mimar, creando así la necesidad, la carencia, la herida amorosa; es claro que la mujer es expulsada del paraíso y también considerada impura a partir de esto, “las monjas no pueden aspirar entonces a un altar ni acercarse al presbiterio ni aspirar al sacerdocio, la iglesia entonces no tiene ni sacerdotisas ni monaguillos por la represión de sus deseos” (Maio, 1988).

Al final los días transcurren dentro de la clausura de acuerdo a las pautas establecidas por la comunidad religiosa, bajo el voto de pobreza, castidad, obediencia y en casos más específicos el voto de esclavitud, la pregunta aquí es si existe realmente un llamado divino o son ganas de huir de los deseos e impulsos.

Su verdadera identidad la olvida al tomar los votos, sus planes u objetivos de vida serán siempre en función a su congregación, todo por casarse con “el mejor esposo del mundo”, escondidas del mundo.

Bibliografía

Maio. (1988). Mujer y renacimiento. Madrid: Mondadori.

Newton, N. (1955). Maternal Emotions. New York: Harper & Brothers.

Rodrigáñez, C. (2007). La represión del deseo materno y la generación del estado de sumisión inconsciente. Murcia: Crimentales.

Sau, V. (1994). La maternidad una impostura. Revista de estudios feministas, 9.

1 comentario:

  1. Por experiencia, y a día de hoy, pocos casos hay de los que describe usted. Pocas chicas se meten en un convento por huir del mundo y sus cosas.

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