domingo, 22 de mayo de 2016

Aborto, omisión, culpa y duelo

Del aborto ella no habla, no lo menciona, ni lo cuenta en su biografía de vida; aunque es un acontecimiento ajeno a la voluntad, se vuelve el tabú, se vuelve el secreto del que nadie se interesa, la mujer sufre en el silencio el duelo por lo que no se tuvo y se perdió; el aborto espontaneo o natural: definido como la pérdida de un embrión o feto por causas no provocadas intencionalmente se convierte en culpa, se convierte en algo que ocultar, se vive y se revive, no se olvida y se recuerda en forma de fechas y expectativas sobre el niño que nunca nació.

Se omite la que pudo haber sido una vida pero no llego a ser, la consecuencia en la mujer que inicialmente se queda sin identidad (por que no es mamá, ni se puede decir mujer porque no pudo tener un hijo), abarca su vida a nivel físico, psicológico y social (Infanzón, 2002), las consecuencias son ocultadas pero existe ya definido un síndrome postaborto que designa la sintomatología; al abortar la mujer corre el riesgo de presentar debilitamiento físico y emocional, negación del suceso, desajustes en las relaciones, perdida de sentido de la vida, incapacidad de perdonarse, alteraciones del sueño, desordenes en el comer, actitudes de riesgo, esto sin contar muchas otras sintomatologías. (Mendoza)

A nivel psicológico el embarazo representa muchas cosas; durante este periodo se repite especialmente la relación primitiva de la mujer con su propia madre; la mujer encinta se identifica con el feto reviviendo ahí su propia vida intrauterina; además el feto representa para el inconsciente a su propia madre y el superyó materno, así su relación ambivalente o el rechazo es revivido con el feto, que mientras crece dentro puede atacarle o hacerle daño. La principal defensa psicosomática contra la angustia por el feto que crece consiste en el aborto. (Langer, 1976)

Se tendría que interpretar que es lo que se aborta realmente, si bien hay un sinfín de factores exógenos que pueden causar el legrado, se puede reducir a una falta del deseo materno de la mujer, partiendo del concepto de que un hijo deseado nace sea planeado o no y reforzando la culpabilidad en la mujer; el embarazo se definiría a nivel inconsciente como el deseo de embarazarse de la palabra amorosa del otro, de hacer carne el deseo. (Lacan, 2008). El útero aparece como un contenedor (del pene robado de la madre, o sustituto del padre, del feto y del conflicto materno) en el que cuando no se puede contener todo se produce el aborto, la destrucción de la feminidad (Langer, 1976)

Desde distintos puntos el aborto se conceptualiza como algo que no debe suceder y se contrapone a la función básica reproductiva de la mujer; aunque el aborto se puede clasificar como espontaneo o provocado, de nada sirve la clasificación sobre la vivencia de la culpa. De acuerdo a Freud, la culpa surge de una angustia frente a la pérdida de amor, en un primer lugar de los padres, a mayor escala de la sociedad; de un conflicto entre el yo y el ideal del yo, ya que finalmente a la mujer: ”su anatomía, su cuerpo, su función reproductiva le dicta su destino materno; y es éste destino el que irrumpe en lo real de su embarazo” (Freud, 1924/2008) y cuando se aborta, se aborta el destino arraigado en la naturaleza femenina. 

Respecto a la culpa Dorothy Bloch menciona que este sentimiento conlleva además una expectativa de castigo causada por las propias ideas en este caso de la mujer que se siente responsable de la situación (Bloch, 1985), culturalmente hablando, la experiencia abortiva es un pecado en el que se priva además a la mujer de la bendición de ser madre, reforzando el silencio de la culpa por la definición cultural.

El embarazo no planeado es un acto fallido. Como todo acto, aunque fallido, es un acto logrado como expresión de un deseo inconsciente edípico; materno y paterno. No siempre es el logro de la fertilidad biológica lo que busca o espera. Si no es el logro que espera; habrá que legrarlo, sangrarlo, sacrificarlo, para que renazca nuevamente en algún otro logro simbólico del ser mujer. (Alcalá, 2011)

La respuesta al aborto, especialmente del designado espontaneo, es la aparición inmediata de mecanismos de defensa: negación, hacia el suceso o hacia los sentimientos que este genera; represión; racionalización; compensación, mediante el intento desesperado de volver a embarazarse o bien mediante la canalización del éxito a otra área de la vida; y/o formación reactivo (Infanzón, 2002). La situación post aborto busca la reparación del objeto dañado que se vive muchas veces como idealización del niño que no nació desencadenando rechazo a un embarazo posterior o un duelo patológico.

El aborto espontaneo genera finalmente muchas situaciones acalladas por la significancia cultural y psicológica, más sin embargo no tiene más valor que el de una protesta simbólica ante una situación que no necesariamente se rechaza sino que no se puede tolerar o bien una manifestación de tendencias negativas. El inconsciente finalmente elige para su protesta ocultar sus deseos al consciente, retener las palabras o deseos equivale entonces a retener el feto, mientras que hablarlo podría significar perder al niño (Langer, 1976). ¿Es entonces el silencio una defensa contra el aborto o una cuestión a ocultar?


Bibliografía

Alcalá, J. M. (2011). El aborto como un acto de ira genésica, locura del cuerpo femenino. Uaricha, Revista de Psicología , 113-120.

Bloch, D. (1985). Para que la bruja no me coma. México: Siglo XXI.

Infanzón, M. (2002). La Mujer y Los Efectos Psicológicos y Sociales del Aborto. DOCTRINA JURÍDICA, Núm. 122, 215-222.

Lacan. (2008). Aun. En El seminario. Libro XX. Buenos Aires: Paidos.

Langer, M. (1976). Maternidad y Sexo. Buenos Aires : Paidos.

Mendoza, N. (s.f.). Síndrome Postaborto, repercusiones en la mujer, familia y sociedad. Peru.



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